Características de la normalización


Durante mucho tiempo, los niños han sido considerados de distinta manera según las características de su personalidad; 

a) los niños cuyos actos deben ser corregidos (niños de carácter fuerte que suelen ser muy caprichosos, ruidosos, agresivos, inquietos…)

b) los niños “modelo” (cuyo comportamiento es sumiso y pasivo) 

c) y los considerados como brillantes o superiores (niños con una exuberancia física o con un exceso de imaginación viva...). 


Según Montessori, muchas de estas características han sido bien vistas por la opinión pública y deseadas por los padres, sobre todo, las características de los dos últimos tipos.

Sin embargo, en la primera Casa de los Niños y a lo largo de toda su trayectoria profesional, Montessori realizó muchas observaciones a los niños de sus escuelas, entre los 3 y 6 años, y se dio cuenta de un fenómeno que ocurría de manera inconsciente y natural. 
     
            ¿Y qué es exactamente lo que Montessori observó? 

Pues que, cuando los niños de sus escuelas (que presentaban todo tipo de características nombradas anteriormente) conseguían concentrarse con el trabajo de un material de desarrollo o alguna actividad que les atraía, todas esas características (tanto las consideradas buenas, malas, como las superiores) desaparecían.






Montessori demostró que; el niño que tiene la oportunidad de aprender en un ambiente rico en posibilidades y motivos de actividad constructiva acordes con su edad evolutiva, consigue concentrar su atención en alguna actividad real produciéndole alegría y satisfacción (y no fatiga) que no divaga por el mundo de la imaginación excesiva, que no vive ni participa en el caos que provoca el desorden y que se nutre de conocimientos gracias a una disciplina que le otorga la libertad de elegir aquello con lo que desea trabajar (que le lleva a la calma y serenidad), es un niño que se desarrollará con normalidad en su totalidad; física, mental, moral y espiritualmente. Lo que denominó “proceso de normalización”.


Por tanto, todas las demás características anteriores, fueron consideradas por Montessori como “Desviaciones psíquicas del carácter del niño”, y las nuevas características observadas, fueron consideradas como “Delineaciones normales del carácter del niño”.

Cuando el ambiente llama con sus atractivos u ofrece motivos para una actividad constructiva, entonces todas las energías se concentran y desaparecen las desviaciones. Entonces aparece un tipo único de niño <<un niño nuevo>>, la <<personalidad>> del niño, que ha conseguido construirse normalmente. (Montessori, La mente absorbente del niño, 2014, p.185)



María Montessori observó que las características que presentan los niños normales son:
               La concentración
               El trabajo
               La disciplina
               La sociabilidad.

Cada una de estas características tienen un orden pero cada una de ellas difiere del anterior.
Fuente: del autor (foto hecha al libro de la mente absorbente)

En el libro de “La mente absorbente del niño”, Montessori nos muestra con un gráfico cada una de las características que hemos hablado con anterioridad. A la derecha del semicírculo sitúa: las desviaciones psíquicas del carácter y a la izquierda: las delineaciones normales. En el centro dibuja una línea divisoria que representa: la concentración

Éste es para ella el punto de partida de todo el proceso de normalización. Como hemos comentado con anterioridad, el adulto experto, debe preparar un ambiente rico en motivos de actividad constructiva y progresiva, acorde con las necesidades de cada etapa del desarrollo. 



Una vez el ambiente esté preparado, sino les ofrecemos una guía, los niños vagaran sin rumbo por el ambiente, pasando de material en material sin apenas detenerse, dándole un uso inadecuado, desencadenando el desorden y el caos y dando paso a las posibles desviaciones psíquicas. 





La finalidad de sus manos no será realizar un trabajo, sino desordenar o destruir. Por ello, es necesario que, de nuevo, el adulto entre en acción de manera muy sutil, para presentar uno por uno los materiales o actividades del ambiente, de manera individual o grupal, sin forzar al niño sino animándole a presenciar la presentación e invitándole a realizar la actividad por sí mismo. Éste hecho, dará paso a que el niño observe e imite los movimientos armónicos y coordinados que la actividad precisa consiguiendo concentrarse en su tarea y, a su vez, gozar del trabajo que está realizando.  

Los niños llegan a sentir un verdadero amor por el trabajo que realizan, pero para que esto ocurra, se debe partir de la concentración que el niño debe poseer ante la ejecución de su tarea.

     Para ayudar a este desarrollo no bastan <<objetos>> de cualquier tipo, sino que hay que organizar un ambiente de <<intereses progresivos>>. Entonces resulta un método de educación basado en la psicología del desarrollo infantil. (Ibídem, p. 188)


Otra característica necesaria para la normalización, y para que pueda darse, a su vez, la concentración y el amor por el trabajo, es la disciplina. Para ello, es necesario que se le de al niño la libertad de movimiento y elección sobre aquello que desea trabajar o con los juguetes que desea jugar.

Montessori no entiende la libertad como “dejar al niño a su libre albedrío y hacer absolutamente lo que quiera”. Esta libertad sumisa por parte del adulto, también perjudica la salud mental del niño provocando desviaciones en su carácter. Montessori habla de una libertad disciplinada, de autodisciplina. 

Una vez el niño conoce los límites respetuosos que se deben respetar para una buena convivencia en el ambiente (no molestar a los compañeros que están concentrados trabajando, ordenar-cuidar el material y el ambiente, respetarse a sí mismo, a los compañeros y al guía que les acompaña), sabe cómo utilizar cada uno de los materiales de desarrollo y qué debe hacer ante un ejercicio de vida práctica, el niño estará preparado para saber elegir qué quiere realizar, y por tanto, podrá moverse por el ambiente libremente eligiendo el material o actividad que desee hacer y realizarla cuantas veces quiera, aprendiendo y disfrutando de ello.

     Si se entiende la libertad como el dejar moverse a los niños como quieran, usando o, sea como fuere, usando mal los objetos que los rodean, es evidente que al mismo tiempo <<se deja libre el desarrollo de las desviaciones>>, y se agravan las condiciones anormales de los niños. (Ibídem, p. 187)

Por último, Montessori nos habla también de la importancia y necesidad de la sociabilidad <<vida social con otros niños>> para la mejora de la normalización. Con esto se refiere a que, por ejemplo, en la convivencia con otros niños, éstos descubren la cualidad de la paciencia, puesto que, no hay un material para cada niño y deben ser pacientes con sus compañeros si quieren utilizar el material con el que otro compañero está trabajando. Deben ser respetuosos con sus compañeros y dejarles acabar su trabajo, sin interrumpirles. Si un niño << se ha normalizado>> será capaz de esperar ese material a que sea devuelto a su lugar para cogerlo.


Además, si hay una convivencia normalizada, se establecen vínculos afectivos maravillosos entre ellos, sale a flote el valor de ayudar a los compañeros, y descubren el valor de la empatía o compasión ante ciertas situaciones. Las relaciones sociales llegan a crear verdaderos lazos de amistad.

Ahora bien, Montessori puntualiza que, si los niños normalizados vuelven a vivir en las condiciones anteriores, esta “normalización” será transitoria. Por eso, hemos de ofrecer siempre este ambiente y entorno rico en motivos de actividad constructiva y progresiva, para saciar la sed y el hambre de conocimiento de los niños y guiarles hacia un desarrollo óptimo y normalizado. 

“Solo los niños <<normalizados>>ayudados por el ambiente muestran en su desarrollo sucesivo las maravillosas capacidades que describimos” (Ibídem, p. 188).


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